jueves, 25 de febrero de 2010

I - La hora de concebir





El silencio se desliza por el lánguido bullicio que produce mi caminar
Donde las estrellas rodean mi cabeza, entran por mis oídos y salen por mi boca
Por los rincones de mi esfera abarrotada sólo percibo mi reflejo y mi sombra
Avanzo y no puedo ver ni oír persona que sea capaz de hacerme escuchar
Cuerpos con los que pueda chocar, ni almas que yo pueda tocar

Estoy cansada de verme y estoy cansada de escucharlos
Abro la ventana y pronto me abandona el frío agotado
Entrando en su lugar llega una fuerte brisa de pigmentos sabios
Que con el cielo más azul, y la arena más blanca
Me anuncian la hora del comienzo y el final de la calma

Con mi mente dibujo una línea de sueños hasta la palma de mi mano
Lugar donde brota la sangre y se disparan mis tendones no humanos
Cae al suelo querida mancha y ábrete al mundo con negro pelaje
Con garra mortífera, orden y acatamiento, encamínate con devoción
Que ya es el momento del viaje, ya es la hora de tu misión

Sorpresa ante mis pupilas, me entregas tus esferas
Juramento, pacto enloquecido
Ahora mismo, de mi sangre has nacido


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